diciembre 20, 2013

Llegó el día

Ese día que sabía que llegaría pero me negaba a aceptar, porque pensaba que podía salvar algo inexistente, algo que solo vivía en mi mente, algo que no era nada. Para mi era mucho, pero ¿qué? No sirve de nada remar de un solo lado del bote. Obviamente cometí el mismo error de siempre, lo sé ahora que tengo una observación global del asunto, el mismo maldito error. La diferencia hoy es que ese error se prolongó dos años y yo no quise verlo, pensé que podía vivir así, creí que no me importaba.

Le di largas, digamos, a este "adiós" que no es despedida porque es que ni siquiera sé cómo se hace eso. Yo, mejor dicho, Abbie tiene la mala costumbre de creer que la gente algún día volverá a nuestras vidas "como en los viejos tiempos", pero hasta ahora nadie ha vuelto. La gente lo supera, es verdad, y hasta nos saludamos con cortesía... pero de ahí a volver a ser como antes, pues no. La realidad es, querida, que estás a kilómetros de la razón, tu pijamita nueva que dice "Mrs. Always Right" es bastante irónica y fuera de contexto.

En fin, ese día que me dije -y le dije- "por favor, eso no va a pasar" no estaba pensando en un día como uno de esos días en Rio donde, quizás por percepción selectiva o por estupidez (más lo último, estoy segura) me sentía de más, sobrando, fuera de lugar. Ese día no estaba pensando en el día que sentiría que mis decisiones me convirtieron en la más idiota del planeta, sobre todo porque los demás no piensan ni actúan como yo. No sé hasta cuándo voy a creer eso. Ese día no me pasó por la cabeza que los demás sienten y padecen tanto o más que yo ni que mi actitud se volvía hostil con el pasar del cariño que creía no correspondido. ¿De verdad me estoy echando la culpa?

Se hartó... nos hartamos, para ser justos. Pero, y de nuevo hago uso de mi percepción selectiva, le da igual. Le da igual porque tiene mil cuatrocientos amigos (¿amigas?) que le ofrece lo mismo o más de lo que yo creo que le ofrecí -más allá de las idioteces de Abbie-, le da igual porque en su vida nadie es indispensable, le da igual porque, a pesar de todo, no se siente solo. A mi, por el contrario, no me da igual para nada, sobre todo porque no tengo mil cuatrocientos amigos y sí me siento en completa y absoluta soledad.

Solo me estoy desahogando, no me eché a morir cuando "vos" se fue, mucho menos va a pasar hoy. Me duele, sí, no puedo evitarlo, pero la vida sigue y en realidad estoy más molesta conmigo misma, pero no voy a enumerar ni errores ni aciertos, ni mejores o peores momentos, solo me quedaré con lo mejor de todo, que es, entre otras cosas, el hecho de que hizo que quisiera ser mejor persona.

Sí, ya en enero pido la cita al psicólogo. Get over it.

diciembre 17, 2013

Me faltó poesía

No estuviste cuando vi el simulacro de atardecer en Copacabana. No estuviste mientras caminé bajo la lluvia por Ipanema. No llegaste en Corcovado ni en Pan de Azucar, ni en ninguno de los sitios que visité. Y me hiciste falta. Me hiciste falta para sonreír más, para llorar menos, para disfrutar, para dejarme llevar y restarle importancia a los pequeños detalles que se hicieron gigantes sin ti. Me faltó tu luz para alumbrar tanta oscuridad. Me faltaron ideas para disfrazar ciertas cosas. Soy insoportable sin vos. Me hiciste falta sobre todo para dejar de pensar y comenzar a soñar.

Me faltó poesía en Rio de Janeiro y quizás por eso creo que debo volver. Volver con Abbie, que no quiso ni voltear a verme, ni voltear a verlo a él, lo que creo que es un gran paso. Volver con ella que se merece esta vida más que yo, y que no se merece lo que le he hecho vivir, no se merece comentarios hostiles, denigrantes, degradantes. Abbie, mi Abbie, no se merece tan poco.

Pero nada de todo esto puede restarle, digamos, majestuosidad a Rio de Janeiro -al lado que conocí de la ciudad-, sé que vendrá un momento de inspiración donde escribiré maravillas de lo que viví, de lo que sentí, de lo que pensé allá. No escribí nada durante esos ocho, nueve, no.sé.cuántos días, a excepción de la última noche, donde te volví a llorar. También me falta poesía para dejarte ir. 

Poesía y un psicólogo.

Me siguen los buenos