marzo 17, 2015

El primer beso

La primera vez que me besaste (sí, me besaste tú) fue en Discovery Bar. Diría que lo recuerdo claramente, pero en realidad, no recuerdo el beso en sí. Los. Fueron varios. No sé exactamente si dos o tres. Me invitaste a un 'toque' de Circo Vulkano y fuimos con tu amigo el de la novia con nombre de hombre y, ahora que lo pienso, bebimos mucho en poco tiempo. Esa fue la última vez que tomé vodka. 

Nos sentamos en una mesa a tomar cerveza y en la tercera ronda, la mesera nos dijo que debíamos pedir un servicio o pararnos de la mesa. Las cosas raras de esta ciudad. No sé si fue antes o después de Circo Vulkano en el escenario, tenía en la mano ese trago que sabes que no debes tomarte porque te vas a volver mierda, pero aún así te lo llevas a la boca... y empecé a comer hielo para mitigar el efecto. Aquí es cuando mis recuerdos se difuminan y no sé bien qué fue lo que pasó. Tu amigo sentado, tú y yo parados "bailando", me dijiste algo, te enseñé el hielo que tenía en la boca, te acercaste y me lo quitaste con la lengua. Sé que te enseñé el hielo para que hicieras exactamente lo que hiciste. Gracias, casi me desmayé de la emoción. Estupideces de mujeres, digamos.

Salí corriendo a la puerta del local, muerta de risa... y de pena. No sabía cómo controlar mi emoción -ni mi ebriedad- así que "huí" mientras ordenaba las ideas, JA! Cuando regresé, pasó otra vez lo del hielo, me besaste otra vez... no sé si de verdad lo querías o me estabas jodiendo la vida. Ahora sé que era lo segundo.

Pasaron las doce y "te enamoraste" de una tipa. No parabas de decir lo bella que era. Maldito, me acabas de besar, pensaba yo. Mientras hacía "la cola" para pagar, tú flirteabas con la puta esa y hasta le pediste su número. Estabas más ebrio que yo, tu amigo también estaba más ebrio que yo y menos mal que todas las tarjetas con las que pagué eran de crédito. Luego, hizo acto de presencia la amiga cabrona, con todas las letras de la palabra: también anoté el número de la puta esa "porque está muy ebrio y seguro lo anotó mal". Maldita idiota. Solo yo le cuadro una caraja al carajo que me gusta. Hasta ella me vio con cara de "¿de pana estás haciendo esto, marica?"

Tuve que arrastrar a dos gigantones ebrios desde el Lido hasta Chacaito para agarrar un taxi. Ellos eran los amigos parranderos y yo la mamá que los saca de las fiestas. Te aprovechaste de que estaba ebrio y me besaste. Claro que no, caminen que todavía falta. Marico, qué bolas, ¿puedes creer que me dejó por un viejo? Cállate, son las tres de la mañana. Así hasta la línea de taxi. Hasta ahí fui consciente de mi vida. Cuando el taxi empezó a andar, sentí náuseas, pero me decía a mi misma que tenía dos borrachos que cuidar. La amiga con tres dedos de frente. 

Obviamente, fuimos a mi casa. Ni siquiera recuerdo si le pagué al taxista. Los alegres compadres se quedaron en mis escaleras como los propios borrachos de plaza. Yo subí corriendo a vomitar. Esa noche dormí con él. Es un decir, porque no teníamos suficiente conciencia para inflar un colchón, así que su amigo se quedó en el mueble y él en mi cama, conmigo.

"Al día siguiente" cuando despertamos, mientras desayunábamos con mis papás (aquí está implícita la vergüenza de los enratonados), volteó a verme y movió los labios. Leí claramente que decía: "aprovechada, me besaste anoche*".

Maldito. Gracias. Maldito.

*No fue exactamente lo que dijiste, pero ya no lo recuerdo.

marzo 08, 2015

Peticiones

A una persona se la conoce
por cómo te trata
cuando ya no te necesita.
Anónimo.

¿Me puedes abrazar?


Fue lo último que te pedí. Sabía que todo se había terminado pero no sabía cómo soltarme. Me abrazaste más por compromiso, por costumbre, o eso quiero creer para no tener que agradecerte también ese abrazo. Esa noche estábamos en un hotel de otro país, era nuestra última noche en ese país, recuerdo que yo escribía y lloraba y creíste que escribía sobre ti. Te dije que no, me pediste leer lo que escribía, te dije que no, asumiste que sí era sobre ti y te fuiste. Ya no tiene sentido decirlo, pero de verdad no escribía sobre ti. Cuando terminé, te pedí un favor y estabas absorto en tu celular, me preguntaste "¿qué?" sin mirarme y te respondí "nada, cuando termines te digo" y pacientemente esperé a que terminaras de hacer lo que sea que hacías, y cuando me miraste a los ojos te dije "¿me puedes abrazar?"

En el aeropuerto te quedaste dormido, como siempre hacías en mi casa. En el avión casi no intercambiamos palabras. Había una tensión extraña. Cuando llegamos a Caracas, lo primero que hiciste fue llamar a alguien con desesperación, alejándote de mi para que no escuchara quién sabe qué cosa. Regresaste y anunciaste que comprarías café. Preguntaste "¿quieres uno?" y te escuché, absorta en mi celular, y respondí que no, sin mirarte. Te acercaste a mi rostro y, cuando subí la mirada, me dijiste "¿puedes responderme viéndome a la cara?". Te dije que no. Te ignoré y me aguanté las ganas de llorar. Entre ambas anécdotas habían pasado menos de ocho horas. Te odié en exceso ese día.

Hoy creo que fuimos y somos muy egoístas y que no nos merecíamos. Existen frases trilladas como "lo mejor es lo que pasa" que, con el pasar del tiempo te das cuenta de que no hay verdad más absoluta. 

Lo mejor es lo que pasó. Aunque a veces me niegue a aceptarlo.

marzo 02, 2015

Una vez a la semana...

Te gusta el café hirviendo. Lo sé porque sale mucho humo de tu taza cuando te sientas en la misma mesa de la misma panadería todos los miércoles, y no esperas ni un segundo para llevártelo a la boca, probarlo y sonreír de medio lado mientras parpadeas una vez, lentamente. Creo que es una forma interesante de tortura, dado que una vez realicé tu experimento y pasé toda la semana con el labio superior de color rojo "natural". Dolió, pero por un instante y de cierta manera, me sentí cerca de ti. Tuya, para ser más específica.

No es mi culpa que hayas mudado tu perfección a mi panadería favorita, que te antojes de usar la mesa en la que siempre he planeado sentarme a leer "cuando tenga tiempo", que leas el periódico con las mismas ansias con las que me gustaría leer tus ojos, a la vez que paseas por sus páginas con la paciencia de quien no necesita nada más para vivir... 

Estoy escribiendo tonterías. Me disculpo por espiarte cada miércoles, no es mi intención, pero no he podido evitarlo y vaya que lo he intentado. Mi punto es que quisiera conocerte. Soy demasiado cobarde para acercarme y decírtelo, o para dejarte una nota o cualquier otro mecanismo que la gente común suele utilizar. No soy común, no sé hacer estas cosas. 

A veces me convenzo de que preguntaste por mi en la panadería y Norma te dijo todo lo que sabe, que es poco, pero lo suficiente para que no me pierdas la pista... que vivo dos edificios más arriba, que uso el Metro de lunes a jueves y el autobús los viernes, que los últimos miércoles desde hace tres meses uso vestidos y perfume, que no suelo peinarme y que no salgo sin reloj y que, por cierto, lo uso en la mano derecha aunque no soy zurda, porque no sé quién inventó esa regla de que los diestros tenemos que usar el reloj en la mano izquierda y viceversa.

Norma también sabe que escribo. Uno que otro domingo "cuando he tenido tiempo" me he sentado a escribir en la mesa en la que tú te sientas a leer. Seguro también te dijo eso. Además, no es difícil saber que tengo este blog -creo- y que todavía no he aprendido a no escribir sobre mi vida y también creí que te gustaría leer sobre ti y por eso escribo sobre ti. 

Me gustan tus manos cuando se aferran a la taza del café, cuando la sueltan para recorrer las líneas de las noticias, cuando acarician tus cabellos y cuando se posan en tu rodilla. Me gustan tus ojos cuando me miran, porque he notado que me miras. Me gustan tus corbatas, las coloridas, sobre todo. Me gusta que no uses lentes, porque odio los míos. Me gusta cuando tienes barba y cuando no la tienes. Me gustas. No sé tu nombre, pero tienes cara de tener uno que comienza por A. Me gustas, Andrés, Armando o Alfredo. Me gustas como te llames. Me gustas y como soy mejor escribiendo que hablando, lo escribo con la esperanza de que lo leas. M E G U S T A S. Lo siento. Me gustas. Es todo.

PD: No escapes los miércoles cuando llego. Gracias.

Me siguen los buenos