El el momento que estoy escribiendo esto es martes 9 de mayo de 2023, y ayer tuvimos una crisis de tristeza que se desencadenó porque quisiste cocinar una receta que salió mal, y antes de eso Azula (aclaración para Karla del pasado: nuestra gata) perdió la razón cuando llegaste de la oficina y te quitó las ganas de hacer yoga, y antes de eso pasaste una hora en colectivo porque no llegó el que va por la vía más rápida y decidiste usar otro que te paseó por la ciudad...
En fin, lo que quiero decir es que ayer aprendimos que hay que transitar las emociones y no reprimirlas: aunque la mayoría de los días nos está ayudando la meditación y hacer posiciones básicas de yoga -y la vela invertida que nos está saliendo divino, capaz que cuando releamos esto ya hacemos posturas más increíbles-, es importante aprender a identificar cuándo es necesario dejar fluir la tristeza y las lágrimas, porque explotamos a la primera cosa que no nos complace. Además, eso empañó un día positivo, y no es justo.
Recuerda que nos levantamos con la alarma, sin quejarnos de que teníamos sueño o que nos dolía algo; arreglamos todo on time y llegamos puntual a la oficina, tuvimos un día súper productivo, la comida estuvo saludable e increíblemente sabrosa, y estábamos felices de que no tuvimos que desabrocharnos ni la correa ni el pantalón -es decir, que estamos logrando el objetivo #nomorirégordita que nos robamos de cierta ex bloggera. Como dice Benedetti, hay que defender la alegría (releamos todo el poema porque todo aplica).
Eso, que recuerdes que el día no es la crisis de ansiedad que te da por ¿una? ¿dos? horas... que hay mucho más, y que hay que quedarse con el resto.
PD: Releí el último post publicado en este lugar, qué darks que el primer párrafo termina como termina.