mayo 27, 2013

Ellos...

Ellos se encontraban en el mismo banco del mismo parque, a la misma hora del mismo día cada semana de cada mes de cada año. Él la veía sin saber que la amaba como mujer y no como hermana y ella lo veía como si supiera que algún día estarían juntos por mucho tiempo. No creían en para siempres pero irónicamente juraron ser amigos hasta ese momento. Cualquiera creería que vivían sus vidas para tener algo de qué hablar con el otro y cualquiera creería que tendrían una vida, una casa, unos hijos y una familia juntos, incluso ambos: ella tenía la certeza, él lo pensaba de vez en cuando, como una idea loca, como una propuesta de película, "prométeme que si llegamos solteros a los 40 nos casaremos", y reía solo y le gustaba hacerla reír y reían juntos, lloraban juntos, pensaban y callaban juntos en ese banco cada día de cada semana de cada mes de cada año.

Ellos no vivirían ni tendrían una familia juntos. No era su destino. Ella se casaría con un arquitecto un par de años mayor, que la haría muy feliz y le daría muchos hijos varones. Sería la única mujer de su familia, como siempre lo había soñado. Él sería padrino de la boda y de sus hijos. Él se casaría con una hermosa extranjera de la que se enamoraría años después de sus encuentros en el parque, cuando decidió recorrer esos mundos que tanto le apasionaban de joven. Tendría muchos hijos e hijas, ella sería la tía-madrina de todos, sería muy buena amiga de su mujer y él de su marido. 

Ellos seguirían amándose toda la vida, se encontrarían cada navidad, cada fecha especial, se escribirían y llamarían cada semana de cada mes de cada año, estarían juntos en cada cumpleaños de sus hijos, en cada celebración académica, compromisos, matrimonios, nacimiento de nietos, estarían juntos en cada desgracia, cada pérdida, cada fracaso... serían separados lo que no quisieron o no pudieron ser juntos y aún así serían felices, uno con el otro, desde sus vidas no tan separadas.

Ellos eventualmente morirían, como mueren todos los mortales, a la misma hora del mismo día de la misma semana del mismo mes del mismo año, porque era imposible imaginarse uno sin el otro, porque no tenía sentido estar en este mundo sin tu mejor amigo, sin tu mejor amiga, sin tu compañero o compañera de vida, porque ese era su destino: se irían juntos. 

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