Decepción.
¡Maldita sea! Dijo para sus adentros cuando lo vio de espaldas tomando fotos en aquel jardín. Hacía más de un año que no se hablaban, aunque se veían regularmente y cruzaban miradas indiferentes o de odio, según el ánimo de cada quien. Samuel se volteó y por un segundo sus miradas se cruzaron. ¡Maldito! Pensó mientras volteaba hacia otro lado. Por el rabo del ojo lo vio acercarse y decidió sentarse en la grama. Justo tres minutos antes, sus amigas habían ido al baño y ella decidió quedarse a mirar el atardecer que, desde ese jardín en particular, se veía espectacular. Cruzó las piernas en forma india (nunca entendió por qué esa posición se llamaba así) y puso su cartera en el hueco que se formó entre ellas. Se apoyó con las manos hacia atrás, de modo que podía ver el cielo. Samuel la saludó y se sentó a su lado. Ella lo miró, desconcertada, con una especie de odio e intriga a la vez. -Quiero pedirte perdón, Andrea. Ella suspiró hondo y le respondió con un sonido de duda (Uhmm... o algo así). -No, en serio. He reflexionado muchísimo, de verdad tú no merecías que actuara como lo hice, no merecías que te tratara tan mal y en serio me gustaría que habláramos. Después de todo, hay que quedarse con lo bueno, ¿no? Tú y yo estábamos bien juntos... -¿Qué? ¿La puta de turno te dejó? Me imagino que sí... digo, porque para que armes este show... -Andrea, estoy hablando en serio, por favor... -Por favor te pido yo a ti, amigo. Nos hemos ignorado por más de un año, porque no me vengas a decir que no nos hemos visto... todavía tienes cosas mías que ni siquiera quisiste devolverme y, de un día para otro, te arrepentiste y quieres que mejoremos una relación que murió cuando, justamente de un día para otro, como hoy, decidiste que yo no era una persona digna de permanecer en tu vida, ¡vete a la mierda, Samuel! -Yo jamás dije eso, Andrea... -No, jamás dijiste nada, que fue peor, lo que debería agradecerte porque alimentaste mi imaginación... si le preguntas a mis amigos, y a los tuyos que también son bastante chismosos, todos tienen versiones diferentes de por qué "terminamos". Ni siquiera tuviste las bolas de terminar conmigo, Samuel, ¿de verdad crees que me coma el cuento de que te arrepentiste de tratarme como a una indigente que llegó a pedirte real y la rebotaste? ¡No me jodas! -Pues créeme o no, no me importa, lo último que pretendía era volver a ser lo que fuimos, solo quería pedirte perdón y que supieras que de verdad me arrepentí. Sabes lo que significa para mi pedir perdón, sabes que prefiero ofrecer disculpas, así que juzga tú o no lo hagas, me da igual, ya veo que sigues siendo la misma de siempre. -Claro que sí, a diferencia de ti. No voy a llevar tu carga otra vez, Samuel, no dejaré que tus culpas caigan sobre mi espalda de nuevo. Está bien, te creo... pero no sé si pueda perdonarte ahora, necesito tiempo, y lo digo en serio-. Alzó la vista al cielo y sintió frío. Su teléfono sonó. Cerró los ojos por un minuto para refugiarse en el silencio de la oscuridad. Abrió los ojos. Samuel no estaba. En su lugar, la ventana le dio la bienvenida al mundo real. El reloj marcaba las 4:21 de la madrugada. Había despertado. ¡Maldita sea! Le dijo al silencio.
Remordimiento.
The great escape - P!nk
¡Maldita sea! Dijo para sus adentros cuando lo vio de espaldas tomando fotos en aquel jardín. Hacía más de un año que no se hablaban, aunque se veían regularmente y cruzaban miradas indiferentes o de odio, según el ánimo de cada quien. Samuel se volteó y por un segundo sus miradas se cruzaron. ¡Maldito! Pensó mientras volteaba hacia otro lado. Por el rabo del ojo lo vio acercarse y decidió sentarse en la grama. Justo tres minutos antes, sus amigas habían ido al baño y ella decidió quedarse a mirar el atardecer que, desde ese jardín en particular, se veía espectacular. Cruzó las piernas en forma india (nunca entendió por qué esa posición se llamaba así) y puso su cartera en el hueco que se formó entre ellas. Se apoyó con las manos hacia atrás, de modo que podía ver el cielo. Samuel la saludó y se sentó a su lado. Ella lo miró, desconcertada, con una especie de odio e intriga a la vez. -Quiero pedirte perdón, Andrea. Ella suspiró hondo y le respondió con un sonido de duda (Uhmm... o algo así). -No, en serio. He reflexionado muchísimo, de verdad tú no merecías que actuara como lo hice, no merecías que te tratara tan mal y en serio me gustaría que habláramos. Después de todo, hay que quedarse con lo bueno, ¿no? Tú y yo estábamos bien juntos... -¿Qué? ¿La puta de turno te dejó? Me imagino que sí... digo, porque para que armes este show... -Andrea, estoy hablando en serio, por favor... -Por favor te pido yo a ti, amigo. Nos hemos ignorado por más de un año, porque no me vengas a decir que no nos hemos visto... todavía tienes cosas mías que ni siquiera quisiste devolverme y, de un día para otro, te arrepentiste y quieres que mejoremos una relación que murió cuando, justamente de un día para otro, como hoy, decidiste que yo no era una persona digna de permanecer en tu vida, ¡vete a la mierda, Samuel! -Yo jamás dije eso, Andrea... -No, jamás dijiste nada, que fue peor, lo que debería agradecerte porque alimentaste mi imaginación... si le preguntas a mis amigos, y a los tuyos que también son bastante chismosos, todos tienen versiones diferentes de por qué "terminamos". Ni siquiera tuviste las bolas de terminar conmigo, Samuel, ¿de verdad crees que me coma el cuento de que te arrepentiste de tratarme como a una indigente que llegó a pedirte real y la rebotaste? ¡No me jodas! -Pues créeme o no, no me importa, lo último que pretendía era volver a ser lo que fuimos, solo quería pedirte perdón y que supieras que de verdad me arrepentí. Sabes lo que significa para mi pedir perdón, sabes que prefiero ofrecer disculpas, así que juzga tú o no lo hagas, me da igual, ya veo que sigues siendo la misma de siempre. -Claro que sí, a diferencia de ti. No voy a llevar tu carga otra vez, Samuel, no dejaré que tus culpas caigan sobre mi espalda de nuevo. Está bien, te creo... pero no sé si pueda perdonarte ahora, necesito tiempo, y lo digo en serio-. Alzó la vista al cielo y sintió frío. Su teléfono sonó. Cerró los ojos por un minuto para refugiarse en el silencio de la oscuridad. Abrió los ojos. Samuel no estaba. En su lugar, la ventana le dio la bienvenida al mundo real. El reloj marcaba las 4:21 de la madrugada. Había despertado. ¡Maldita sea! Le dijo al silencio.
Remordimiento.
Clocks - Coldplay
Caminaba por una avenida cuando la vio del otro lado. Cruzó corriendo, sin ver que casi cambiaba el semáforo en su contra, hasta quedar detrás de ella, a trescientos metros o más. Sintió nervios. Alargó la mano, pero no la tocó. Evidentemente, porque estaba muy lejos. Metió la mano izquierda en el bolsillo del pantalón y alzó la derecha con intención de saludarla. -¡Andrea!- gritó. Agitó el brazo. Ella volteó. Entrecerró los ojos. Se tocó la cabeza y bajó sus lentes al nivel de la nariz. Hizo un gesto de reconocimiento y se acercó. Él estaba paralizado. -Ah, Samuel, hola... tanto tiempo...-. Cinco años. No podía creer que estaba delante de ella cinco años después y aún sentía la misma taquicardia. -¿Cómo estás? Digo, ¿cómo has estado todo este tiempo? -Bien, la verdad, no puedo quejarme. Estoy de visita, hace tres años que me mudé...- comenzaron a caminar. -Pero eso es bueno, ¿no? Era lo que querías. -No mucho, quería mudarme de casa, no de país... -Ah, ¿en serio te fuiste? Pensé que todos decían eso porque no querías que supiera de ti... -No, en serio... y créeme, no fue por ti, ahora que lo veo en perspectiva, te perdoné más o menos una semana después de la última vez que hablamos, si a eso se le puede llamar hablar. El problema es que me siguió doliendo por más de un año, tú sabes, cosas de escritores, nos regocijamos en el sufrimiento y sacamos algo de provecho, ja ja ja... -¿Eres escritora? -Al menos lo he intentado un par de veces y no me ha ido tan mal. De todas maneras, en Montevideo sí estoy trabajando de Arquitecto, hay que darle uso al título, ¿no? -Oye, Andrea, desde hace un tiempo he querido pedirte perdón... no sé si es la manera correcta, sabes que no soy bueno para hablar de este tipo de cosas... pero he pensado mucho en esto, fui muy injusto contigo, no te merecías tanta indiferencia de mi parte, tanto odio sin fundamento... me he arrepentido profundamente de haberte alejado de mi vida. No diré que fuiste la mejor, pero sí una de las personas buenas e irreemplazables que tenía en mi vida y, sinceramente, no sé por qué hice que te alejaras de mi...-. Ella se detuvo. Lo miró fijamente y sonrió. -¿Quieres tomarte un café?- dijo, abriendo la puerta de un local. Se sentaron en la mesa más próxima a la puerta, quizás adrede. Ella pidió un marrón claro. Él solo pidió agua. -Samuel, ya te lo dije... te perdoné hace mucho tiempo, dejó de dolerme también hace mucho tiempo... he escrito mucho sobre mi vida, contando mis historias con otros protagonistas... me quedé con lo mejor de nuestra relación, olvidé todo lo que me hiciste. Antes, cuando pensaba en eso, intentaba ponerme en tu lugar y lograba odiarme un poco, así como tu me odiaste, creo que por eso te perdoné. Yo sé por qué me alejaste de tu vida, y sé que tú también lo sabes, solo que no quieres aceptarlo, tienes miedo, como siempre lo has tenido, de tus propios sentimientos... -Andrea, yo te amaba... no sé cómo, pero sé que te amaba... -Lo sé, Samuel, y ya encontraste la certeza de tu duda... "no sé por qué hice que te alejaras de mi..." -lo remedó- ...fue el miedo a entregar todo lo que tenías dentro, a derrumbarte delante de mi, a dejarme quererte como yo quería y sabía que podía quererte, a quererme sin condiciones, sin excusas, sin reservas, como sé que querías quererme... reprimiste al amor... -Me arrepiento muchísimo, Andre, de verdad, no sabes cuánto... estos cinco años los he vivido tranquilo, diría que hasta feliz, pero con esa espinita dentro... aprendí a vivir con eso... pero de verdad necesitaba hablar contigo, saber que no sentías rencor, eso me estaba matando por dentro-. Suspiró. Miró el vaso de agua que sudaba el frío del hielo. Lo tocó. Sintió cómo sus dedos se humedecían. Escuchó un ladrido. Cerró los ojos y se refugió por un minuto en la oscuridad de sus párpados. Abrió los ojos. Andrea no estaba. En su lugar, Aaron le dio la bienvenida a la realidad lamiéndole la mano que sobresalía de la cobija. El reloj marcaba las 8:36 de la mañana. Había despertado. ¡Qué malditos son los sueños! Pensó.
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