abril 07, 2020

Mamalicia

Desde hace un par de días no he parado de escuchar boleros. Más allá de todo lo que ha pasado este año -que ha sido un montón-, 2019 fue muy terrible para mi (económicamente, lo que se traduce que también emocionalmente). Pero además, y creo que lo habré dicho en algún momento en este lugar, el año pasado me quitó el privilegio de compartir mi cumpleaños con mi abuela. Eso fue lo peor que me pasó. Y lo peor que me pasará en 2020 (confirmar en diciembre).

Mamalicia le decíamos a mi abuela (que, como intuirán, se llamaba Alicia). No tenía segundo nombre. Trabajó desde los 7 años. Me gusta pensar que yo también, porque desde que tuve uso de razón y casi que hasta que entré a la universidad la acompañé a vender desayunos en mercaditos que armaba la alcaldía de El Hatillo y hasta tuve mi propio puesto cuando crecí (como a los 15 años). Eso me generaba ingresos adicionales a "la merienda" que me daban mis papás, además de -ahora lo veo- enseñarme el valor del trabajo y el valor real del dinero.

Mamalicia era súper mentirosa con sus amigos, le gustaba alardear con experiencias propias, exagerarlas e incluso atribuirse experiencias ajenas. Una vez les contó que había paseado sobre Caracas en helicóptero porque el novio de su nieta era piloto y las llevó a pasear (eso sucedió, pero ella no estaba). Y volviendo al tema de los mercados, le decía a los vecinos que "Esmolaski" (sic) era su amigo personal... tenía parte de realidad, Smolanski de vez en cuando iba al mercado y desayunaba en el puesto de mi abuela, so... al menos se conocían.

Y ya que estamos en política, era persona más adeca que conocí en la vida. Creo que tenía escondida un afiche de Rómulo en alguna parte de la casa. Por supuesto, siempre llevaba su carnet plsatificado de AD metido en la cartera. Más de una vez la acompañé a votar porque nadie quería arriesgarse a estar a su lado cuando gritara "voy a votar contra ese hijoeputa de Chávez" en cuanto entraba al centro de votación. Siempre que pudo votó en la opción de AD (yo también, pero no le digan a nadie); incluso aquella vez que "su amigo personal Radoski" fue a almorzar a la casa por su campaña a alcalde de Baruta y pidió que le dieran su voto en la opción de PJ (yo no votaba en ese entonces). 

Ahora que lo pienso, mi familia siempre fue bastante activa en la política. Y del mismo modo en sentido contrario en la religión. Mamalicia tenía en su mesita de noche libros de oraciones y varios rosarios, además de tener en su cuarto un altar con un montón de vírgenes, varios José Gregorios y estampitas de ángeles. Dormí con ella durante unos sólidos diez años y creo que no hubo una sola noche donde no se sentara en su lado de la cama con la lámpara prendida a rezar. No sé ni para qué usaba los libros si se sabía todas las oraciones de memoria. Yo era (soy) muy miedosa y durante años le tuve pánico a las sombras que creaban las velas prendidas en el altar.

También me aguanté muchos sermones nocturnos a mi prima (dormíamos las tres juntas, yo en el medio) porque era "mala conducta" y le encantaba llevar la contraria. Mamalicia le daba un montón de consejos y razones de por qué estaba mal su actitud y por qué debería cambiar. Lamento no recordar esos sermones. Eventualmente mi prima dejó de dormir con nosotras, pero a mi me quedó por un tiempo la costumbre de dormir en el medio de la cama, o moverme dormida a "mi lugar".  

A Mamalicia le encantaban los boleros. Y la música en general. Tenía una radio en la cocina, sobre el microondas -negro, lleno de grasa y donde todavía se podían escuchar cassettes-, desde el cual escuchaba no sé cuál emisora AM donde ponían a Daniel Santos, Felipe Pirela, Julio Jaramillo, Lucho Gatica y quién sabe cuántos otros cuyos nombres no recuerdo. También fuimos a varios conciertos juntas: recuerdo uno en Paseo El Hatillo donde se presentaba un imitador (Elmer? No sé bien) que le encantaba. Ni sé cómo llegamos ahí, creo que lo conoció en algún programa de Venevisión. También tuvo una época donde se pegó con "Qué vale más" de Jeremías y Simón Díaz. Hasta tenía un CD pirata con la canción.

Otra de sus pasiones era viajar. Por supuesto que también fui a muchos viajes. Ahora que lo pienso yo era bien safrisca pegada a Mamalicia todo el tiempo... en fin, el punto es que yo me iba muy feliz, pero cuando llegaba a los lugares y me daba cuenta que mi mamá no estaba, me daba hasta náuseas, pero ya no podía regresar... así que me acostumbraba como al tercer día y me tripeaba el resto del viaje (que terminaban siendo unas dos semanas).

Podría seguir, porque me costó más de cinco meses escribir sobre Mamalicia y ahora quiero escribir de todo, que sepan lo que significó para mi, que a pesar de su amargura y sus regaños era una mujer muy noble y permisiva, que sé que nos quería más que a sí misma y hubiese dado la vida por nosotros, así como la dio por sus hijos; que probablemente tenía hijos y nietos y bisnietos favoritos, pero para cada uno de nosotros probablemente ella era la favorita -aunque algunos quizá no les gustaría admitirlo- y eso es lo que importa. 

Parece que sigo viviendo la vida normal, pero de repente pasa algo que me derrumba el temple. Esta vez fue la llegada de abril y la cercanía de nuestro cumpleaños, además de la muerte de un tío paterno que me recordó que la gente no está para siempre. Estoy deseando que no llegue nunca nuestro cumpleaños porque no vamos a decirnos "feliz cumpleaños" al unísono y eso me tiene hundida en la tristeza desde ahora.

Lo dejaré hasta acá porque se hizo muy largo. No se pueden resumir 30 años en 10 párrafos. Si llegaron hasta acá, gracias, ojalá les haya servido para recordar a sus abuelos o querer disfrutarlos más si todavía los tienen con ustedes. Por mi parte, de más está decir que Mamalicia marcó mi vida para siempre, pero estoy feliz de que haya sido así y me calma saber que ahora está mejor.

Dos de nuestros cumpleaños

abril 03, 2020

Él

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que escribí aquí -o en cuanto papel, cuaderno, espacio se me cruzara- todas las ganas que tenía de amar a alguien, el miedo que sentía al pensar que existía la posibilidad de que eso que yo tanto deseaba no llegara nunca, la no expresada resignación a que mi vida sería eso: yo, mis amigos, mi familia. Llevándolo a analogías de películas, yo sería esa Fiona de Shrek 4 que nadie rescató nunca de la torre (por cierto, súper innecesaria Shrek 4). Perdón por ese momento tan empalagoso, pero creo que ya están acostumbrados. Y si no, vayan a buscar agua.

Nuestra historia empezó mucho antes de lo que quería admitir. Llegó a mi vida muchas lunas antes de siquiera imaginar que podíamos llegar a tener lo que tenemos hoy. Nunca lo vi, ni siquiera la noche que nos dimos el primer beso (que fue más por deseo y ganas que por otra cosa). Nunca lo vi realmente, hasta una noche que me preguntó por mi pasado. "Es un tema delicado" le dije. No mentía, nunca miento al respecto. "Tengo la mente abierta", respondió. 'Ojalá', pensé. Le conté todo. Lloré, porque todavía me pesa, me duele. Esa noche lo vi... lo vi más allá de todo. Vi algo en sus ojos que todavía no puedo describir, pero esa noche dentro de mi se movió un milímetro, como para que yo no me diera cuenta, ese muro que me costó tantos años construir, el que me había mantenido fuerte todos estos años.

Lloré mucho después de eso. Lloré porque no quería ilusionarme y que fuese sólo sexo; lloré porque, como Dr. Strange, vi un montón de futuros posibles y en muchos yo salía perdiendo; lloré porque algún día nos vamos a morir y se terminará toda la magia; lloré porque él estaba derrumbando mi muro anti-amor; lloré porque Abbie no podía creer lo que nos estaba pasando; lloré porque no me sentía merecedora de todo el cariño que estaba recibiendo de repente; lloré porque no me quería enamorar y también porque sentía que no había vuelta atrás... lloré tanto el primer mes, que me sorprende que no se haya asustado. Y cada vez que yo lloraba, él me hablaba y me abrazaba y yo sentía una paz que nunca antes en mi vida había sentido. Por eso me quedé.

Luego de toda esa intensidad, empezamos a vivir "la normalidad", y esa normalidad me gustó. Y yo también le gusté. Así que nos quedamos. 

Me pasó en el amor lo que me pasó con el inglés: cuando dejé la obsesión de que lo necesitaba, fluyó. Aunque todavía no me arriesgo 100% con el inglés -y creo que tampoco con el amor-, ya no hay vuelta atrás. Y me alegra.


PD: Quédense en casa, este escrito es consecuencia de esta pausa obligatoria en la vida cotidiana (que seguramente no volverá nunca a ser lo que era).

Me siguen los buenos