Muchas veces, sin pensarlo, te sentí, te imaginé y te viví. Estabas aquí, sin tu cuerpo. Descubriste un millón de vías para llegar a mi corazón y las transitaste todas, sin permiso, como un prófugo de la justicia, ansioso por llegar a un destino seguro: a mi amor, a mi alma , esa que sin saberlo te esperaba con alegría. Muchas veces te escuché, sin que emitieras sonido alguno, entendí cada palabra no dicha por tu boca y me hiciste feliz, porque no dijiste esas hermosas frases que siempre imagino que tus labios pronuncian, porque no elogiaste todo mi ser, como sueles hacerlo, porque no consideras que en esta humilde redactora encontraste la perfección que creíste hallada en otro cuerpo.
Noche a noche te pensé sin gritarlo a los cuatro vientos. Los pensamientos corrían de mi almohada a mi cabeza y se divertían jugando con mi insomnio, cómplice de tu presencia en la oscuridad de mi habitación. Y fueron esos, mis pensamientos con tu protagonismo, los que hicieron que poco a poco abriera los ojos, los del corazón, para que vieran que eras el único huésped que quedaba en la posada de mi alma. Porque es que ella no puede dejar que te vayas sin pagar: le debes demasiados besos, demasiadas caricias, demasiadas palabras que vienen en el aire, con mi nombre y mi dirección en su etiqueta.
Día a día desperté acostada en la mitad de tu cama vacía. Y tú dormido en la mitad vacía de la mía, como el aire, que no vemos, pero tenemos la certeza de su existencia, de su presencia y de su importancia para seguir con vida. Y es que te descubrí entre los documentos de tinta fresca de mi mesón a medianoche, como se descubre una obra maestra echada al olvido por alguien que no quiso reconocer su preciado talento, te encontré como encuentra un mendigo a un billete de lotería con el premio mayor, te tengo como tiene un niño un amigo imaginario.
Estás ahí, lo sé, eres para mi, te merezco. A la mierda los que crean que estoy loca, quizás también me imagino una vida, quizás yo soy producto de tu imaginación, y si eso me da felicidad, ¿debería importar las opiniones de los demás? Sé que esto no es para siempre, y decido ignorar los distintos rumbos que puede tomar todo esto, porque necesito creer sólo en uno: el que me da vida, el que me hace sonreír, el que me hará feliz. De incrédulos está lleno el mundo, no creo que yo les haga falta en ese lado del río. Me descubriste amándote y sonreíste; y muchas veces, con los ojos cerrados, vi tu rostro feliz, me quedé embobada con la mejor y más sublime curva de tu cuerpo: tu sonrisa.
Decidí aceptarlo, decidí amarte con cada centímetro de mi piel, con el 100% de lo que sea que mida mi alma, con cada gramo de materia gris contenida por mi cerebro; porque las personas no necesitan ser reales para amarse, ni tampoco necesitan ser una mentira para herirse. Tú eres mi verdad, aquí y ahora, y voy a vivirte a plenitud, con toda la intensidad que se necesita para vivir un amor como este, con la misma intensidad que escribí las palabras que anoche te hicieron dar un paso más hacia mi, porque sencillamente "mi cuento contigo no se acaba tan rápido".
Decretado, firmado y sellado.
P.D.: Dedicado a todos aquellos que se consideran anormales por amar a desconocidos. ¿Quién dice que no es real?
No hay comentarios:
Publicar un comentario