Te gusta el café hirviendo. Lo sé porque sale mucho humo de tu taza cuando te sientas en la misma mesa de la misma panadería todos los miércoles, y no esperas ni un segundo para llevártelo a la boca, probarlo y sonreír de medio lado mientras parpadeas una vez, lentamente. Creo que es una forma interesante de tortura, dado que una vez realicé tu experimento y pasé toda la semana con el labio superior de color rojo "natural". Dolió, pero por un instante y de cierta manera, me sentí cerca de ti. Tuya, para ser más específica.
No es mi culpa que hayas mudado tu perfección a mi panadería favorita, que te antojes de usar la mesa en la que siempre he planeado sentarme a leer "cuando tenga tiempo", que leas el periódico con las mismas ansias con las que me gustaría leer tus ojos, a la vez que paseas por sus páginas con la paciencia de quien no necesita nada más para vivir...
Estoy escribiendo tonterías. Me disculpo por espiarte cada miércoles, no es mi intención, pero no he podido evitarlo y vaya que lo he intentado. Mi punto es que quisiera conocerte. Soy demasiado cobarde para acercarme y decírtelo, o para dejarte una nota o cualquier otro mecanismo que la gente común suele utilizar. No soy común, no sé hacer estas cosas.
A veces me convenzo de que preguntaste por mi en la panadería y Norma te dijo todo lo que sabe, que es poco, pero lo suficiente para que no me pierdas la pista... que vivo dos edificios más arriba, que uso el Metro de lunes a jueves y el autobús los viernes, que los últimos miércoles desde hace tres meses uso vestidos y perfume, que no suelo peinarme y que no salgo sin reloj y que, por cierto, lo uso en la mano derecha aunque no soy zurda, porque no sé quién inventó esa regla de que los diestros tenemos que usar el reloj en la mano izquierda y viceversa.
Norma también sabe que escribo. Uno que otro domingo "cuando he tenido tiempo" me he sentado a escribir en la mesa en la que tú te sientas a leer. Seguro también te dijo eso. Además, no es difícil saber que tengo este blog -creo- y que todavía no he aprendido a no escribir sobre mi vida y también creí que te gustaría leer sobre ti y por eso escribo sobre ti.
Me gustan tus manos cuando se aferran a la taza del café, cuando la sueltan para recorrer las líneas de las noticias, cuando acarician tus cabellos y cuando se posan en tu rodilla. Me gustan tus ojos cuando me miran, porque he notado que me miras. Me gustan tus corbatas, las coloridas, sobre todo. Me gusta que no uses lentes, porque odio los míos. Me gusta cuando tienes barba y cuando no la tienes. Me gustas. No sé tu nombre, pero tienes cara de tener uno que comienza por A. Me gustas, Andrés, Armando o Alfredo. Me gustas como te llames. Me gustas y como soy mejor escribiendo que hablando, lo escribo con la esperanza de que lo leas. M E G U S T A S. Lo siento. Me gustas. Es todo.
PD: No escapes los miércoles cuando llego. Gracias.
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